Ante un daño hepático, la calidad de vida y el bienestar del animal de compañía quedan comprometidos. Por ello, ante el mínimo cambio de comportamiento en la mascota (pérdida de apetito, malhumor) o cambio fisiológico (más presencia de líquidos en el abdomen o sangre en la orina) es conveniente acudir al profesional veterinario.
La hepatitis crónica es una de las enfermedades hepáticas más comunes, que consiste en una inflamación del hígado.
No debe confundirse la hepatitis crónica con la hepatitis infecciosa causada por el adenovirus canino tipo CAV-1, que actualmente se encuentra muy reducida gracias a la vacunación en perros. La hepatitis crónica puede deberse a diferentes causas como la ingesta de toxinas, a una enfermedad bacteriana secundaria o al consumo de alimentos grasos.
Aunque en un principio se manifiesta con síntomas leves, como la coloración amarillenta de piel y mucosa, mareos, vómitos o pequeña diarrea, más frecuencia de micción, puede escalar hasta causar un deterioro de la función cerebral consecuencia de la deficiente eliminación de toxinas en sangre.
El profesional veterinario determinará las causas, realizará un diagnóstico (análisis de sangre, radiografía, ecografía, etc.) y propondrá un tratamiento para paliar los síntomas y recuperar la salud del animal.